Visitar el Parque Tayrona es una aventura sin precedentes. De inicio hay que pasar por la taquilla del parque en la cual te dan una charla informativa de todo lo conserniente a la reserva natural, las precauciones ya las recomendaciones para que disfrutes de una maravillosa estancia en este sitio que yo podría catalogar como patrimonio del mundo. Para comenzar la entrada al parque hay que llegar de la taquilla al parqueadero lo cual te demora algunos minutos en coche y hasta ahí es el último punto en el cual se puede accesar en transporte motorizado. De ahí continúa una caminata de hora y media o 1 hora a caballo. Es la única forma de llegar a las maravillosas playas caribeñas semi-vírgenes que guarda este parque.
Comenzando la caminata te encuentras en el sendero que está bien marcado con muchos tramos en los que hay caminos de madera los cuales estan diseñados especialmente para molestar lo menos a la fauna y flora local evitando así que pises directamente estos suelos donde circulan diversidad de insectos y animales.
Continuando nuestra caminata nos encontramos con diversidad de enredaderas tipicas del bosque seco tropical y las cuales invitan a balancearse y colgarse en sus formas caprichosas, esta acción obviamente se debe evitar para no dañarlas.
También encontramos gigantes de piedra que estan depositados en el camino cual si alguien hubiese decidido colocarlos ahí, de forma misteriosa.
Si tienes suerte y procuras andar en silencio y a un paso tranquilo puedes tener suerte y encontrarte con monos capuchinos o con más suerte aún con unos pequeños llamados “Titis” que son pequeños monos de despeinados cabellos blancos y que parecen de peluche. Ellos andan siempre en grandes manadas y pasan fugazmente entre los árboles, verlos es en verdad un hermoso espectáculo natural.
Ya acercandote a la playa te encuentras con los miradores monumentales desde donde puedes contemplar el maravilloso mar caribe. Es curioso y resulta hasta cierto punto un “shok” para nosotros el contemplar el mar caribe como se presenta en Tayrona, aquí el mar es agreste y parece no tan amigable como estamos acostumbrados en nuestro mar caribe, esto seguramente es debido a las barreras coralinas que nos brindan ese mar tan exquisito que tenemos oportunidad de disfrutar. Enserio hay que disfrutarlo al máximo antes de que se nos termine.
Ya llegando al mar y pisando la primera arena que no es tan fina en la playa de arrecifes contemplamos un paisaje sin igual de extensa playa con rocas boludas en la orilla y paisajes de sierra en el fondo, contemplarlo es indescriptible.
Seguimos caminando entre túneles de arbustos secos que le dan un toque mágico y llegamos a grandes parajes de palmeras cocoteras. Aquí para nuestra suerte nos encontramos con dos niños pequeños de la tribu Kogui que nos regalaron (en sentido figurado) unos refrescantes cocos para seguir nuestro camino.
La forma en la que este pequeño manejaba el machete es para destacarse con máximo respeto ya que su habilidad la enviaríamos cualquiera de nosotros. Definitivamente me queda claro que si en un momento dado la selección natural nos acomete con catástrofes, las personas de las tribus que quedan esparcidas por el mundo y que estan en contacto directo con la tierra serán las que quedarán al final de los tiempos ya que sus habilidades les darán la oportunidad de sobrevivir ante cualquier circunstancia.
Al terminar de disfrutar ese coco y extrañar un poquito de chile piquín continuamos hasta llegar al primera punto de la “Piscina” una de las playas tranquilas donde puedes disfrutar del chapuzón en estas alucinantes playas. Aquí nos encontramos también con adorables costeñitas que nos ofrecieron jugos de naranja o mandarina y que te exprimen al momento.
Decidimos continuar hasta Cabo San Juan que era nuestro objetivo. Aunque la caminata fue larga nos recompensó las vistas más bonitas de las playas del Tayrona desde lo alto de su mirador, la hermosa arena dorada y mar tranquilo, lugar que definitivamente invita a quedarte y no salir más.
Lo largo de la caminata nos hizo llegar con hambre así que decidimos comer en el restaurante que está ahí el cual ofrece platos del mar ricos y a precios no tan caros. El arroz con camarones estaba particularmente bueno.
Despues de realizar un recorrido más por las playas decidimos mejor pasar las últimas horas de luz en la “Piscina” donde habia menos gente y unos paisajes tranquilos.
Ya de regreso pudimos ver monos capuchinos aunque habilmente se nos escondieron entre el follaje para poderlos fotografiar.
Las vistas que contemplamos del atardecer nos llenaron de gratitud al saber que habíamos completado un excelente día que nos habia llenado de energía y hermosos paisajes.